Por Dra. Karla Mateo Renedo | GinecoObstetra y Reproducción Asistida
En los últimos años, la cirugía mínimamente invasiva ha revolucionado muchas áreas de la medicina, y la ginecología no ha sido la excepción. Procedimientos como la laparoscopia y la histeroscopia han cambiado radicalmente la forma en que se diagnostican y tratan diversas afecciones del aparato reproductor femenino.
Estas técnicas, respaldadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se han convertido en alternativas más seguras, eficaces y con tiempos de recuperación notablemente más cortos que las cirugías tradicionales.
La laparoscopia ginecológica permite a los especialistas intervenir a través de pequeñas incisiones en el abdomen, utilizando una cámara y herramientas quirúrgicas de alta precisión. Este procedimiento se utiliza para tratar patologías frecuentes como endometriosis, quistes ováricos, miomas uterinos, embarazos ectópicos, e incluso como parte de tratamientos para la infertilidad o para realizar una esterilización femenina.
Por su parte, la histeroscopia se realiza sin incisiones externas, introduciendo un dispositivo delgado con una microcámara (histeroscopio) a través del canal vaginal. Este método permite diagnosticar y tratar alteraciones en el interior del útero, como pólipos, sangrados anormales, adherencias o dispositivos intrauterinos mal colocados.
La gran ventaja de estas técnicas es que reducen significativamente las molestias y riesgos asociados a la cirugía convencional. Entre sus principales beneficios se destacan:
• Dolor postoperatorio mínimo
• Menor sangrado y riesgo de infecciones
• Cicatrices pequeñas o inexistentes
• Menor estancia hospitalaria
• Recuperación más rápida y reincorporación temprana a la vida cotidiana
En muchos casos, la histeroscopia se realiza en forma ambulatoria y sin anestesia general, lo que permite a la paciente retomar sus actividades ese mismo día. La laparoscopia, aunque requiere anestesia, también ofrece una recuperación acelerada y menores complicaciones postoperatorias.
Gracias al desarrollo tecnológico en imagenología, óptica y cirugía robótica, estos procedimientos son cada vez más seguros y precisos. La cirugía asistida por robot, por ejemplo, ha permitido realizar intervenciones complejas con una exactitud milimétrica, reduciendo al mínimo el daño a los tejidos circundantes.
Más allá de la tecnología, la detección temprana sigue siendo fundamental. Muchas mujeres retrasan sus consultas ginecológicas por temor, desconocimiento o falta de tiempo, lo que puede llevar a diagnósticos tardíos y tratamientos más complejos. Dolor pélvico persistente, menstruaciones muy abundantes o sangrados irregulares son señales de alerta que no deben ignorarse.
La buena noticia es que hoy existen opciones más amables, eficaces y menos invasivas para cuidar la salud ginecológica. La clave está en informarse, consultar a tiempo y acceder a tratamientos adecuados.